En los comienzos
de la educación media en argentina y durante buena parte del siglo XX la
escuela tradicional asignaba como rol del preceptor a velar por el cumplimiento
de las normas de disciplina y ante la posible trasgresión de la misma,
administrar la aplicación de sanciones.
Al pasar los
años, con el advenimiento y afianzamiento de la democracia, aparecieron
modificaciones notables en la relación adultos-adolescentes, flexibilizándose
el vinculo y sinterizándose considerablemente las posibilidades de comunicación
entre ambos y mas notablemente a partir de la Ley de Educación Nacional Nº
26.206 donde por primera vez en la historia de nuestro país se establece la
obligatoriedad del nivel secundario, por lo que muchas practicas institucionales,
de las estrategias pedagógicas y de los dispositivos de disiplinamientos
tradicionales, empiezan a ser revisados y transformados con el objetivo de generar las condiciones para que
todos los adolescentes y jóvenes de nuestro país puedan ejercer su derecho a
dicha educación secundaria.
En este sentido,
el estado no solo ha generado cambios jurídicos, sino también modifica una
serie de normativas, orientaciones y regulaciones para que se pueda llevar a
cabo la nueva ordenanza.
A partir de este
marco todas las escuelas secundarias se abocaran a la tarea de construir
propuestas escolares que sostengan la presencia de rangos organizativos como
ampliar la concepción de escolarización vigente, proponer diversas formas de
estar, aprender en las escuelas, garantizar una base común de saberes, sostener
y orientar las trayectorias escolares de los estudiantes, promover el trabajo
colectivo de los educadores y re significar el vinculo de la escuela con el
contexto.
Nuestro rol como
preceptores también se encuentra interpelado por este cambio de las maneras de
construir las normas de disciplina y de convivencia y tenemos la posibilidad de
hacer de nexos y promover a “tejer” vínculos entre nosotros
(juventudes-docentes-directivos-órganos de participación) y así ir construyendo
esta “nueva escuela” donde re conocer al otro es hacerle saber que tiene un
lugar donde mirar y ser mirado, donde escuchar y ser escuchado, ensayar,
intentar alcanzar logros, fallar al hacerlo, rehacerlo mejor y efectivamente
ser alcanzados.
¿Con qué recursos contamos en nuestras
instituciones para profundizar
los aspectos pedagógicos de nuestro rol? ¿Qué obstáculos podemos encontrar?
“El cambio se
empieza por uno mismo, pero se construye entre todos” Los adultos que habitamos
la escuela tenemos que trabajar como equipo, consultándonos, apoyándonos,
debatiendo, exponiendo nuestras distintas posturas y tratando siempre de
alcanzar los objetivos propuestos. En cuanto a como preceptores en sí, debemos
demostrar la importancia como referente adulto, otorgando continuidad y
seguimientos a nuestras funciones intra e inter vinculares, también cumplir un
rol de enlace entre autoridades, docentes, padres y alumnos, participando
incluso en algunas decisiones en lo relativo a los alumnos y a los problemas
disciplinarios y de convivencia y en el caso que existiera gabinete
psicopedagógico en la escuela, aportar información y estrategias desde un
perfil más profesional colaborando con el trabajo en equipo.
También hay que
decir que en algunos establecimientos educativos se encuentran algunas
paradojas con respecto a los preceptores que parecieran conformar un grupo
institucional poco atendido y estimulado con una desvalorización del rol siendo los preceptores las personas
que comparten más tiempo con los jóvenes, a los que se les pide mayor
comprensión y los que conviven con
mayores problemáticas de dichos jóvenes y sin embargo o paradójicamente son los que menos formación tienen, a los que
mandan a hacer mas tareas administrativas y no cuentan con las herramientas
para trabajar muchas de la problemáticas que ocurren.
Por eso debemos
destacar, a la democratización y la
humanización de las relaciones institucionales apuntando a una salud y ética
individual, grupal e institucional que permitan abordar los conflictos y
problemáticas que existen cotidianamente desde una mirada auténticamente
educativa.
¿De qué manera se trabaja en nuestra escuela en
relación a la construcción de las normas de convivencia y a la promoción de los
espacios de participación para los estudiantes?
La escuela
constituye el lugar en que los estudiantes conocen, adquieren y desarrollan las
primeras habilidades para el ejercicio democrático y en este sentido para
educar el ejercicio pleno de los derechos implica entre otras cosas promover
ejercicios de participación para que los
estudiantes se apropien y se integren a ellos y de esta manera puedan expresar
lo que piensan y sienten, dotando de sentido su experiencia escolar, un sentido
que acepte e incorpore las diferentes voces y prácticas de quienes la habitan.
La participación construye una experiencia formativa significativa que acompaña
el crecimiento y desarrollo de los jóvenes. Para que este aprendizaje sea
posible, es importante que se traduzca en acciones concretas, ya que la
convivencia se ejerce desde la palabra pero fundamentalmente desde las
acciones. “ME LO DICES, LO OLVIDO; ME LO MUESTRAS, LO RECUERDO; ME LO IMPLICAS,
LO COMPRENDO”.
Es muy favorable
trabajar las normas de convivencias de nuestras escuelas, a partir de 4 ejes
fundamentales:
1-EL OTRO COMO
SEMEJANTE: Reflexionar sobre perjuicios, los estereotipos y los etiquetamientos
como formas a partir de las cuales se refuerza la discriminación, generar
espacios y actividades que favorezcan la toma de conciencia y sobre los modos
en que miramos a los demás.
2-EL SENTIDO DE
LAS NORMAS: Aceptar que todos formamos parte de un conjunto social, de una
comunidad en la cual las normas son pactos sociales de convivencia que regulan
la relación entre las personas.
3-EL GRUPO, EL
TRABAJO EN EQUIPO Y LOS PROYECTOS COLECTIVOS: Los estudiantes, a pesar de no
elegirse mutuamente deben aprender y trabajar juntos, promoviendo la
comprensión, las actitudes y comportamientos que permitan compartir el trabajo
con cualquier otro y sumarnos a proyectos colectivos por encima de las
diferencias personales.
4-LA RESOLUCIÓN
NO VIOLENTA DE CONFLICTOS: Convivir
significa vivir con otros y esto sin dudas supone tenciones porque no
todas las personas piensas, sienten y actúan de la misma manera, ni tienen los
mismos intereses. En la escuela, estas tenciones pueden manifestarse de
diferentes maneras y si bien por lo general existe una tendencia a ver los
conflictos de forma negativa, se considera que estos siempre forman parte de
las relaciones entre las personas y esto implica que ni su evitación ni su
eliminación resulten estrategias adecuadas para resolverlas.
Para esto, es
necesario pensar las cuestiones de la convivencia desde un enfoque proactivo en
donde sin dejar de intervenir en situaciones puntuales, se priorice la
posibilidad de realizar un trabajo sostenido en el tiempo que permita promover
mejores condiciones para la escolaridad de los alumnos, anticipando y
detectando situaciones que puedan terminar en conflictos.
REFLEXIONES DE CARLOS SKILIAR ACERCA DE LA POSIBILIDAD DE ESTAR Y SER EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS
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